Un blog de Malena Millares

jueves, 27 de abril de 2017

VERGÜENZA Y FRUSTRACIÓN

Es difícil asimilar lo que le ocurre a la UD Las Palmas en esta segunda vuelta. Increíble nos parece que, desde aquella victoria en el primer partido en Valencia, no haya ganado fuera del Gran Canaria. ¡Increíble! Y se aproxima el cierre de la temporada.

La plantilla la componen veintitrés jugadores. Hombres (los elegidos en cada partido) a los que se les presupone pundonor y espíritu competitivo, porque no se puede entender otra cosa de quienes desempeñan el trabajo que siempre soñaron tener desde chiquillos: jugar en la Primera División del fútbol español, considerada la mejor liga del mundo, y, a la par, bien remunerados.

El míster les entrena, les transmite su idea del fútbol, insiste en la consecución de la misma, acertando unas veces y errando en otras. A ratos ejerce de sicólogo y a ratos de protector. Se equivoca también, charla con ellos y les pide perdón. Todo parece situarse dentro de lo normal, dado que se trata de relaciones humanas inmersas en el deporte, aunque no debe ser fácil gestionar los egos de tantas individualidades. Pero no se puede entender la indolencia de la mayoría de estos jugadores manifiesta en los encuentros lejos de la isla. Se siente vergüenza y frustración, para caer casi en el desamor.

Al equipo de nuestra tierra se le ha apoyado desde sus comienzos, observando sus devenires desde el cariño, y siempre, a pesar del enfado, de los desahogos en su contra (últimamente prodigados en las redes sociales) se sigue estando a su lado. Se imagina al equipo como un ente aparte, lejos de todo lo que le rodea desde dentro, incluso de los jugadores de turno. Parece un ser vivo con alma que resulta intocable, algo que se necesita proteger y cuidar, lavar y peinar, vestirlo como si fuera un hijo, y es entonces cuando aparece el papel de la afición.

De nuevo con los pies en el suelo, se sigue sin comprender cómo un equipo que sorprendió a propios y extraños con su jogo bonito, y victorias en casa a lo largo de la primera vuelta, no muestra la misma entrega para ganar fuera. Miles de aficionados han recorrido esas carreteras de la península para verlo jugar, y el grito posterior es unánime: “Hemos hecho el ridículo”.

El fútbol es tan sorprendente que podríamos ver de aquí al final todo lo contrario. Pero si en la mente de algunos se ha acomodado la idea de la permanencia recientemente conseguida, lo dudo. La carne en el asador se debe poner hasta el final, por profesionalidad y por prurito personal.

¡Arriba d'ellos!



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