Un blog de Malena Millares

jueves, 26 de julio de 2012

MEDALLA PARA EL RECUERDO


Mientras ordenaba en casa algunos archivos que desde hace tiempo quería revisar, me he encontrado con esta medalla de plata. La medalla conmemorativa del veinticinco aniversario de la Unión Deportiva Las Palmas.
No ha sido un encuentro casual, no creo en las casualidades sino en las causalidades, y hoy ha sido un día en el que, por diversos motivos, he estado apegada de manera especial a los colores amarillo y azul.
Al verla, y sobre todo al tocarla, he sentido una emoción especial, recorriéndome el cuerpo un escalofrío. Esta medalla, de tamaño un poco mayor a una moneda de dos euros, fue entregada a mi suegro en el año 1974, en el aniversario de plata del club. Él había sido secretario del Atlético Club, uno de los cinco clubes que dieron paso la UD Las Palmas, siendo posteriormente, cuando se constituyó la Comisión Gestora, uno de los vocales junto a D. Simón Doreste Estruch, D. Juan Trujillo Febles, D. Víctor Santana Saavedra, D. Guillermo Wyttenbach García, D. Manuel Hernández Sánchez y D. Juan Morán de la Nuez.
Don Bruno, quien nunca permitió que le tratase así, aunque por respeto tampoco pude tutearle, fue una persona que marcó esa parte de mi vida durante los años que tuve la suerte de tenerle a mi lado. Era un caballero a la vieja usanza, y no solamente por su forma de vestir, sino por su comportamiento con sus semejantes, por sus atenciones y hasta por el cariño que me profesaba. No sólo fue quien fue, mi querido suegro, sino que además nos unía una pasión común, la del fútbol. Falleció acercándose a la barrera de los noventa años y aunque tenía una salud envidiable, había tomado la decisión de no asistir al Estadio Insular durante sus últimas dos décadas, porque según decía “se ponía muy nervioso” e incluso había dejado de escuchar la radio por el mismo motivo. Pero jamás dejó de estar informado de todo lo concerniente a su equipo. Nunca olvidaré aquellas llamadas telefónicas de rigor al volver a casa después de un partido. Calculaba siempre muy bien nuestra hora de llegada. Sonaba el teléfono y yo lo cogía. Siempre me saludaba de aquella manera tan peculiar y entrañable, y que sigo echando de menos: “Hola tesoro mío”, preguntándome seguidamente: ¿Cómo fue eso...?

Después de su fallecimiento encontramos esta medalla en su casa entre sus cosas más preciadas, y nadie de la familia dudó en entregármela. La guardé tan bien, que había olvidado que la tenía. Hoy al verla he vuelto a sentirle cerca, y no he hecho más que pensar en los guiños de la vida. En el año 74, yo ni conocía a su hijo, mi marido, y muchos años después esta medalla está en mis manos. ¿Quién podría decirlo en el momento de la entrega? Nadie. La vida y sus causalidades, que ahora me permite compartir con todos ustedes el recuerdo de este señor que fue mi suegro, Bruno González García.

1 comentario:

  1. Anónimo17:29

    Muy bonito Male, y como siempre muy bien escrito!Buly

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